El CaixaForum de Barcelona presenta hasta el próximo 26 de marzo la exposición “Arte y Cine: 120 años de intercambios”, dedicada a mostrar los vínculos e influencias que el cine ha establecido con el resto de disciplinas artísticas. La muestra se basa en una selección de obras importantísimas procedente de la magnífica Cinémathèque française, además de obras cedidas por centros tanto franceses como españoles.
La exposición se propone dos objetivos. Por un lado la muestra repasa la historia del cine, desde la visualización del movimiento presente en las artes visuales más tradicionales, pasando por la experimentación técnica que la fotografía permitía a los artistas más audaces, hasta el desarrollo de la cinematografía sonora, artística y de autor, ya emancipada y tomada como disciplina propia. La exposición hace incapié, por otra parte, en las relaciones establecidas y en las influencias bidireccionales entre las vanguardias artísticas y el desarrollo del arte cinematográfico, así poniendo de manifiesto un profundo diálogo entre artistas de procedencia diversa y los diferentes medios y lenguages por ellos utilizados.
El segundo foco de interés de la exposición resulta precisamente la muestra misma. El comisariado se ha esforzado en demostrar que el cine no sólo se ve, sino que también se puede mostrar, exhibir, y analizar, mediante los recursos tecnológicos que nos permiten exponer y apreciar un arte que la mayoría reconoce como autóctono. La mayoría, de todas formas, se sentirá fascinado y sorprendido por los intereses artísticos y los recursos técnicos que los cineastas y artistas han utilizado al cabo de los años, especialmente aquellos tan acostumbrados a los efectos digitales.
La exposición está organizada cronológicamente y repasa 120 años de cine a través de dibujos, pinturas, grabados, polioramas, escultura, instalación, pósters y carteles, entro otros, desde el cine mudo y los hermanos Lumière hasta el cine digital del siglo XXI y el videoarte. Las innovaciones estilísticas y técnicas presentes en el cine están acompañadas de paralelismos en otras disciplinas. Esto muestra las preocupaciones, relaciones y debates entre artistas y cineastas y pone de relieve las incursiones en territorios, que como la exposición destaca magistralmente, no siempre aparecen tan extraños.
Naturalmente la muestra tiene un marcado carácter francés y estadounidense, siendo estos países las cunas de cine, acompañados de artistas europeos de vanguadia, en su mayoría basados en Francia y Alemania, con guiños a pioneros catalanes, como Fructuós Gelabert, o artistas del calibre de Buñuel o Dalí.
La muestra se desarolla entonces en un catálogo impresionante de artistas y cineastas que ofrecen al visitante la posibilidad de también convertirse en espectador: Marey y Muybridge son acompañados de Duchamp y Delaunay, los Lumière y Lang aparecen comparados, contrastrados, con Léger y Leccia. Charles Chaplin, o Charlot para los franceses y españoles, entre otros, cierra un interludio en la exposición, que continúa con René Clair Entre’acte, y que al poco lidia con Godard y la Nouvelle Vague. No faltan ni Hitchcock ni Eisenstein.
El ahora visitante-espectador dispone ahora de muchos de los recursos necesarios para revisitar sus películas favoritas con ojos nuevos y para contemplar las otras artes quizás de manera más dinámica, y, por fortuna, ojalá anime a muchos y muchas a acertarse a filmotecas para descubrir tesoros cinematográficos que tal vez cayeran en el olvido de los tiempos, pero ciertamente no se desvanecieros del ideario de artistas y ni del inventario de historiadores y comisarios de exposiciones.